“Nadie
recordará las razones del pájaro”.
Patricia
Guzman
El
Poema del Esposo
Samuel Robinson no “nació”. Vino al mundo
nadie sabe de dónde. Fue encontrado a los pies del zaguán de la casa familiar
de los Carreño Rodríguez. Nadie sabe con certeza la fecha de su nacimiento. El
nombre que le fue dado - Simón Rodríguez Carreño - es totalmente fortuito. La
tradición oral asume el día 28 de octubre como la fecha de su nacimiento, día
de San Simón. Aunque debiéramos decir advenimiento.
Fue criado por letrados y sacerdotes. Por
tanto, desde muy temprana edad, supo cómo se maneja la conciencia de los
hombres con la imposición de ideas supersticiosas y pregones absolutistas. Su
hermano, Cayetano – futuro padre de Teresa, la gran pianista caraqueña, quien
desde chico tenía alma de músico -, también fue abandonado a los pies del mismo
zaguán por la misma madre desconocida. Dicen que esto se aclaraba en la nota
de entrega. Dicen, por supuesto, los vecinos malhablados, que se trataba de
los hijos bastardos del Padre Alejandro Carreño. Se desconoce quién era la
madre: aunque para éste curioso pájaro inquieto siempre estuvo claro que no era
huérfano. Simón Rodríguez seguramente siempre intuyó que era hijo de la Patria
Grande y hermano de la vida.
Fue un comelibros mayormente autodidacta. Se
caracterizará toda su infancia y adolescencia – que supo hacer eternas - por
seguir apasionadamente su ideal de pensar en libertad plena y hablar
espontáneamente sobre lo reflexionado sin seguir método alguno de pensamiento
salvo el establecido por él mismo valiéndose de las virtudes inherentes a todo
ser humano: Disciplina en el saber, curiosidad, imaginación, espíritu
aventurero, lógica y sentido común desarrollado. Su vida estuvo dominada por
la pasión de las letras.
Desde muy joven trabaja para el cabildo de
Caracas. Quería compartir rápidamente sus reflexiones sobre la naturaleza de
las cosas con cualquiera, pero principalmente con los niños. Se hizo un maestro
que enseñaba divirtiendo. Enseñaba en el campo, bajo los árboles, dentro de
las quebradas y riachuelos. Esto ayudaba a formar con independencia la
conciencia de especie que esperaba despertase en sus estudiantes. Servía al
espíritu, a la fortaleza del cuerpo, al mundo que lo rodeaba y sentía. Era un
amante y un amado. En su aula tuvo 114 alumnos – epistemológicamente, seres
sin luz -, de los que 74 pagaban por sus enseñanzas y 40 eran educados gratis
puesto que no sabían pagar. Se adecuaba a las edades de sus pupilos a pesar de
las distintas y diversas edades. Inculca “buenas” costumbres – au contraire de las excelentes y
congeladas visiones del mundo academicista colonizador – y amor por la
libertad. Uno de sus estudiantes, el más terriblemente inquieto de los niños, fue
un tocayo suyo: Simón. El joven Maestro, precursor y animador de la inquietud
y de la animadversión al orden establecido y esclavizante, hace su tarea:
independiza al futuro Libertador, lo divorcia de la realidad tradicional y lo
acerca a la verdad futura; le ayuda a conseguir la perspectiva propia de un
creador, a intuir su faena y a calcular fuerzas. Convierte a su alumno
predilecto en un ser cuerdo entre aquellos mediocres colonizados que se autoestiman
depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a los ojos de los cuales la
Independencia tenía que ser fruto de la demencia secular. En la cabeza de este
precoz niño cae el gran proyecto que esperaba aplicar con sus primeros 114
alumnos: Crear a nuevos hombres, verdaderos republicanos dueños de sí mismos.
Para ello, se tendrían que cerrar las tumbas escolásticas de la enseñanza
academicista y abrir los ojos a la naturaleza de las cosas. Esto debía
adquirirse por la experiencia de la vida misma, a la que había que entregarse
sin miedo, abriendo bien los ojos, hasta darse cuenta que tener miedo de vivir
es la decisión más estúpida que ser humano alguno pueda tomar. Simón Rodríguez
enseña antes que nada a ser fuerte de alma y cuerpo como una sola entidad, a convivir con la
naturaleza sin ser víctima de ella. Enseña a dar grandes caminatas, a cabalgar
días enteros, a nadar, a saltar. Transmite oralmente cuanto puede y se permite
como individuo. Lee en voz alta a los grandes clásicos. Animadamente,
asiduamente, intensamente. Era un hombre peligroso. Muy peligroso.
Un día, simplemente zarpó. Perseguido por
revoluco filósofo, se pierde su rastro en el mar de la historia. Viajó por
muchos años huyendo de la inquisitiva y perversa ignorancia de su tiempo.
Aprendió inglés en Jamaica asistiendo a una escuela normal de niños que
miraron extrañados como un señor de cabellos enmarañados asistía a clases,
dando ejemplo de que el proceso educativo del ser humano dura toda la vida. Se
embarcó a EUA, de quienes aprendería que el concepto de libertad se maneja
convenientemente según los intereses económicos de los explotadores de los más
desvalidos. Luego, se embarcó a las ruinas bélicas europeas en un afán intenso
por conseguir comprender al género humano y aprehender el espíritu europeo.
Como él mismo diría: “Yo estuve en
Europa por casi 20 años, trabaje en un Laboratorio de Química Industrial […]
Asistí a algunas reuniones secretas orientadas hacia la democracia […] Estudie
un poco de literatura, aprendí nuevos idiomas y di clases de lectura y
escritura de una escuela ubicada en un pequeño poblado Ruso”. Se
ligó con grandes pensadores y escritores de la época cuyos cerebros afiebrados
por la filosofía romántica idealista alemana ya intuían el futuro colapso de
la especie humana debido a la ambición desmedida producto de la explotación
del hombre por el hombre. Él, mestizo, mejor que nadie haría síntesis en sí
mismo y con sus reflexiones, sentando las bases del ya naciente pensamiento
filosófico dialéctico socialista. Antropófago. Kariña.
Durante ese largo viaje, tuvo un encuentro con
su discípulo amado, a quien quiso como a un hijo, sin apegos. En ese encuentro,
este joven que sería el más extraordinario de los soldados libertarios, anunció
la profecía de independencia y libertad para expulsar todo yugo de las tierras
de gracia que encierran las mayores riquezas de la humanidad. Aún hoy sigue en
pie este juramento.
En 1823, regresa a su querida tierra mestiza.
Recibe una misiva donde se le anuncia de este modo los resultados de sus
prácticas filosóficas y de enseñanza: Usted, maestro mío, ¡cuánto debe haberme contemplado de cerca, aunque
colocado a tan remota distancia! ¡Con qué avidez habrá usted seguido mis
pasos, dirigidos muy anticipadamente por usted mismo! Usted formó mi corazón
para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he
seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado
sobre una de las playas de Europa......En fin, usted ha visto mi conducta;
usted ha visto mis pensamientos escritos, mi alma pintada en el papel, y no
habrá dejado de decirse: “¡Todo esto es mío! Yo sembré esta planta; yo la
enderecé cuando tierna: ahora, robusta, fuerte y fructífera, he ahí sus
frutos; ellos son míos: yo voy a saborearlos en el jardín que planté: voy a gozar
a la sombra de sus brazos amigos; porque mi derecho es imprescriptible,
privado a todo”...Sí, mi amigo querido, usted está con nosotros: mil veces
dichoso el día en que usted pisó las playas de Colombia. Un sabio, un justo
más, corona la frente de la erguida cabeza de Colombia.
En estas palabras, El Libertador, quizás reconozca,
la gloria de quien silenciosamente fue el verdadero Padre pensador del gran
proyecto republicano para los pueblos del Sur. Pero estos homenajes quedan
cortos. Samuel Robinson, el hijo expósito de la tierra, planteaba una gran
revolución para toda la humanidad. Esta habría de comenzar en América. Y se
extendería por toda la Tierra: La Revolución por la construcción de la Suprema
Felicidad Social.
En 1829, retirado de la docencia, establece en
Azángaro, sobre las riberas del Lago de Titicaca, una fábrica de Velas que,
irónicamente, él llamaba “De luces americanas”. Pero reclamado por la
población cedió a encargarse de nuevo de la Educación. Después de la muerte
del Libertador, en 1830, se traslada a Lima y luego a Huacho. En 1833, fue
nombrado Director de estudios del Departamento de Concepción, este mismo año,
en Chile se entrevista con su compatriota Andrés Bello - el otro padre de la
independencia del Sur quién sentó las bases de nuestra lengua con su GRAMÁTICA
y la SILVA A LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA - y funda una escuela de Barrio.
Después de algunos años de permanencia en aquella República, pasó a la del
Ecuador donde fue nombrado catedrático de Botánica y Agricultura del Colegio de
Latacunga. En 1846, regenta un Colegio en Quito y en 1847, se traslada al Sur
de Colombia, entregado siempre a su pasión de enseñar. Luego se enrumba a
Perú, donde murió, pobre y sin hogar a los 83 años de edad, el 23 de Febrero de
1854, en el humilde pueblecito peruano de San Nicolás de Amotape. Murió fruto
de un gran resfriado contraído por un naufragio al que sobrevivió mientras
luchaba por salvar sus manuscritos de las olas del mar. Dice la tradición oral
que antes de morir, mandó a llamar al cura del pueblo quien lo odiaba por ateo.
El cura accedió a visitarlo si Robinson le permitía la extremaunción de los
desahuciados. Samuel mentiría con tal de hacerlo venir y tener una última
conversación. Dicen que la charla final del gran Maestro duró horas enteras
hasta entrada la noche y que el cura del pueblo se fue – sin conseguir
confesión alguna, pero sí pregonando su propia ignorancia - pidiendo que
cuando a él le llegase la muerte le enterrasen junto a este hombre, el único ser
humano verdaderamente libre que había conocido y que quizás existía: Samuel
Robinson murió fabricando una vela en el espíritu de un hombre que había sido
engañado por los dogmas de la época. Con su último respiro, dio una clase final
que aún permanece viva en la memoria de los pueblos.
Han dicho oficialmente que sus restos descansan
junto a los de su discípulo amado, en el Panteón caraqueño. Curiosamente, los
pobladores de Amotape, no hace muchos años, mientras se hacían los trabajos de
remodelación de la iglesia del pueblo, consiguieron una tumba sin nombre en las
bases del humilde templo. Ellos aseguran que se trata del viejito Samuel
Robinson quien aún en la eternidad sigue siendo pájaro esquivo. Quizás El
Maestro ha decidido quedarse para siempre entre los pobres de la Tierra Sur,
iluminándolos con su llama eterna de ideas y libertad. Salve.
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