lunes, 8 de marzo de 2021

a r d e n t í a


 







I

 

Perdona esa llamada telefónica. Has vuelto.

Cuando apareces todo lo demás desaparece

a pesar de que me has negado más de tres veces.

Hay tantas cosas que quise decirte.

No estoy feliz al hablar y estar con todos y mi gato.

No me siento bien y escribo 

porque definitivamente el papel  - mágico –

aguanta todo. Colorido.

Con el papel puedo ir y nadie va, estoy solo y feliz.

Días en los que descubro el muro que construí 

y me oprime contra mí.

No sé qué palabra decirte o escoger.

Estás aquí. ¿Cómo es eso posible?

Tantos atreviéndose y criticándome 

mientras estoy soportándolos.

En la calle las personas son infierno.

Tocando puertas van creyendo que entran al mundo

para lograr cohibirme

y por hastío me encierro

y apareces

y no sé qué decirte

y cuando sé qué decirte

no sé en qué orden decir todo lo que quiero

porque me dejas hablar:

manojo de nervios sin poder mirarte.

Maldito televisor ruido.

Recuerdo.

Tranquilizas con la idea de tu presencia.

Sólo así logro ver tu entera faz real 

                                    y ya no soy un muchacho.

Te extraño.

Te he extrañado.

Dudo ahora y pienso en sentirme bien 

                                y a pesar de mí y mi gato

- que está en mi regazo ahora 

arrastrándose entre mis piernas –

sentirme incompleto

anhelando un solo y desesperado te amo a la luna

mientras espero en mi cubil de opio

porque continuarán amándome 

aunque piense que me odian

– tus ojos –

que otra vez me encierran en mí.

 

Hay tantas cosas que quise decirte antes de partir.

Llenas momentos de vacío.

Cuando eras niño y jugabas y me transportabas 

a un lugar de fantasía de sonidos y olores del mar 

que me decían

que ya se acercaba el mañana lluvioso

que pronto estaría mejor:

Negra lluvia. Profundidad sin luz.

Amor sin odioamorodio

- sentimiento posado de crepúsculo rosa celeste

caricia ajena mirada inocente niña natura

en noche previa a sueño rápido -

siendo deseo lento pero tan solo pensamiento.

Nunca más salida.

Tarde ocaso muerte.

¿Por qué espero verte futuro viejo querido espejo amigo?

¿Por qué ofendemos lo que amamos?

¿Por qué tientas mi hombría?

¿Por qué te molesta mi masculinidad maltratada?

¿Por qué me tocaste?

Por eso no volví a tu casa.

Me ofendiste pero no me sentí ofendido.

Por tu miedo a reconocer en mí 

tu verdadera naturaleza hiciste eso. 

Palpar. Abusar. Besarme. Buscarme.

Como si me robases un beso porque tengo 4 años

y soy pequeño y tú mayor y puedes

y tu belleza no me deja defensa.

Olvidaste que la experiencia religiosa es personal.

Me esperaste, sí.

Moriste al irte y jamás pude despedirme.

No quise despedirme.

Ese acto mínimo tuyo fue la decepción definitiva.

La justificación que necesitaba para no volver

logrando el desapego.

Lo comprendiste, claro.

Por eso la crueldad de abandonarte 

                                        al respirador manual.

El gesto asesino del envidioso.

El que no supo ni sabrá merecer amor 

y ni siquiera sabe que no sabe. Alardea.

No puede vencer con conjuros artificiosos

pues son verborrea venerea.

Has vuelto.

Cuando apareces

– lo sabes –

todo lo demás desaparece.

 

 

 


 

 

II

 

La incomprensión del percutor que se encuadra

para escribir

es la imposibilidad de hacer sentir facilidad

o falta de timidez para hablar y obrar

en una situación donde falta orden 

y predomina la confusión

puesto que se trata de una parte 

de una maquinaria que golpea

a detonar  ira fulminante

- pólvora –

y desgastar los bordes de las telas viejas

que cubren lo obvio de una crisis moral

hasta hacer hilachas que sirven para dotar de sabor dulce

a un veneno de sabor amargo,

incluso a sabiendas 

que éste sabor dulce que encubre al veneno

- por su acción cómplice –

puede conseguir que quien consuma lo camuflado

padezca de linfomas,

diabetes,

parkinson,

fibromalgia,

fatiga crónica,

paranoia,

depresión

y ansiedad

por tantas horas de trabajo sin cobrar

ni por lo realizado ni por tiempo empleado en tinta.

Vainas de vagos

porque las dos caras que un libro presenta

- cerrado o abierto –

tienen una arista común: Lomismo.

Sí, un libro puede que sea algo más

que una caja rectangular de líneas transversales

con ojos como dedos que mantienen contacto pulsado

sobre cada carácter:

notas y ritmos sinuosos felinos de patas cortas

cuyo hábitat selvático está en constante amenaza

puesto que no se tienen percepciones claras

de su modo de mantenerse con vida

a lo largo de una página blanca.

Onza. Rebelde que actúa por hastío

posando libertades radicales

ocultándose entre versos y horas

frente a la pantalla iluminada de un ordenador

con acceso a internet.

Sí, un libro puede que sea un rosario 

tejido con hilachas

secadas al sol

colgado del cuello.

Puede que sobreviva a una guerra mundial.

O la anuncie.

Sí, un libro puede colgarse en los bolsillos de un bolso

que alguna mujer

-  con valor y decisión en la forma de actuar

para enfrentarse a situaciones adversas –

se quiera amarrar a la cintura.

Jeringonza para que se acuerden de las percusiones

memorias capaces de retener la tierra y sedimentos

para que el agua sea más limpia y transparente.

Sí, un libro puede ser palanca 

para músculos que se doblan

y enderezan

mientras protegen rodillas

en las casetas policiales de las zonas fronterizas:

Un libro puede ser símbolo de la amistad duradera

como el amor de Quintral y Amancay.

O el de hermanos que se entienden,

se tienen paciencia,

se han comprometido,

se abrazan en empatía,

con respeto y muchas carcajadas

                                            hasta la madrugada caminante.

Un cóndor passacaglia huayno en trova 

como una canción de Silvio. 

Jaguarandí de tres cabezas y serpiente por cola.

El amor puede ser construcción de obituarios

en periódicos que nadie lee o recuerda.

Inicio y fin.

Círculo de luz meridiana 

pasando por un punto de la esfera celeste. 

Escanciada.

¿Cuál es la herida que

- a contrapendiente –

aún puede darte información 

sobre la dirección de una línea

entre el observador y un punto de interés previsto

en la misma página que la dirección de referencia?

¿Quién llega a interrumpir una tertulia

para amenizarla con gritos y berridos?

¿La bibliotecaria en la tierra de Maisanta?

 

Sí, un libro puede que sea para quien no sabe leer

una masa sin forma definida

o quizás recipiente refractario para fundir metales:

Lytrea vespertina que

– no habiendo recibido ningún daño se queja

a pesar de nunca haber estado en peligro –

vuela en el patio de la casa de Angostura

donde se fundó la República.

Sí, un libro puede ser un regalo 

para personas queridas

que ya no están cerca,

contener puntos de vista,

criterios ingenuos y ridículos 

para hacer reír a lejanos acompañantes

a quienes ya no se podrá ver a diario.

 

Y puede que nunca sea publicado.

 

Solo tontas notas con errores de ortografía,

gramática y concordancia

colocados con la sola intención de alterar

el sano juicio de quien quiera revisar dichas notas.

Porque un libro puede recuperar

un pequeño fragmento de ADN mitocondrial

el tipo de ADN legado de madres a hijos

la mayor interconexión sapiens

por escasez de fósiles de especímenes masculinos.

 

 

 


 

 

 


 

 

 

 

III

 

Sí, un acto generoso.

Tan generoso como para darle a alguien

la satisfacción

de saber que te arrepientes

de algo de lo que esa persona espera  que te arrepientas

- como por ejemplo, alguna decisión tomada -

aunque no sea cierto dicho arrepentimiento,

pero aun así se lo dices para hacerle creer 

que es así y, de ese modo,

regalarle la falsa paz de la autosatisfacción

para darte a ti mismo la paz de la absoluta liberación

a cualquier apego posible hacia la vanidad del orgullo

del nunca haberte equivocado

o tener la razón sobre la decisión tomada.

Eso es separarse.

Saber decir adiós.

Regalarte la falsa paz de la autosatisfacción.

Mandarlo todo al carajo.

Hasta el orgullo. Sin arrepentimiento.

Ascender descendiendo hacia sí mismo 

también es insomnio:

El pelaje a contrapelo de un gato

en la cara interna de la mano izquierda.

El televisor encendido mostrando cualquier cosa.

El sonido. El silencio. Los pájaros en la ventana.

Ser tan generoso como para escuchar tu voz en la mañana.

Las gotas del café colado sobre el recipiente de la cafetera.

La media conservando la borra del día anterior.

Pijama por días.

Una guitarra muda como ella

sentada allí en el borde de la acera y nunca notada

           -cual primera huella de trabajo artístico 

           hecha por algún humanoide,

concha pigmentada y perforada hace 115000 años,

una silueta de mano en negativo rodeada de tinta roja

en la pared de una cueva ibérica hace 70000 años,

los trazos que delinean un falo flácido

de gran glande esquematizado

como larga escalera de Jacobo

acompañado de figuras sedentes practicando felatio

que asemejan a un arado garabateado en copia

sobre papel 65000 años después por Henry Breuil

tal como fue visto por él en una cueva de Cantabria-  

mientras espera el autobús.

 


 

 

IV

 

Si los neandertales desaparecieron,

¿qué hacemos nosotros aquí?

¿Quién dibujó esas siluetas de buey 20000 años después

sobre la misma pared?

¿Quién dijo:

aquí, éste,

nuestro espacio, nuestro rincón secreto,

donde nos conocimos como todos vienen a conocerse?

¿De qué cráneo con frente huidiza 

y un cuerpo más bajo y robusto

uniéndose a uno más delgado y flexible 

de frentes más amplias

surgiría la idea de un establo en invierno?

¿Quién fue tu pasatiempo favorito

que provocó que tu cerebro creciera de tanto pensarle?

¿Por quién serías capaz de esconderte en claustros?

¿Fue esa primera relación

esporádica, estable,

consentida, violenta?

¿Cuidaste ese 1% de material genético neandertal 

que hoy porta tu descendencia?

¿Aceptaste denisovana?

¿Cuidaste en Siberia?

¿Quién dejó traza genética en ti hace 300000 años?

¿Cuidaste del extraño, el salto genético?

¿De quién huías, abuela, 

cuando te refugiabas en esa cueva

                        en los hoy límites rusos con Mongolia?

¿Qué te llevó a hacerlo?

¿El mismo pulso con el que perforaste conchas

y marcaste lugares de encuentro sagrado?

¿Percibías diferencias?

¿Y si los neandertales se extinguieron por caníbales?

¿La endogamia en tribus cada vez más pequeñas?

¿Cazabas sapiens?

¿Europeo, se unieron contra ti?

¿Nómada, no pudiste con el frío?

¿Los que no sabían sembrar se comieron entre sí?

¿Por qué el canibalismo 

           es la práctica de supervivencia más habitual

en los registros fósiles de nuestros antepasados

durante el último millón de años?

¿Es inherente? ¿La luz de la introgresión?

¿De quiénes se escondían hace 80 000 años

los 47 ancestros en la cueva de Fuyán?

¿Eran niños, mujeres y ancianos?

0,2% de genes denisovanos 

en nativos de nuestro continente.

Retales con data de hace 1,9 millones de años.

Homo erectus.

La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.

¡Oh ludens sapiens neandertal 

                    floresiensis denisovano videns!  

¡Oh Delta!

¡Cromosoma Y!

¡Hijo mío!

 

 

 

 

 


 

 

 

V

 


Sigue siendo tonto que consideres que sigo aquí.

Puedo usar palabras y decir que no son mías

aunque esté obligado a hacerte entender que no estoy aquí.

Todavía pienso en si estarás algún día aquí para mí.

Todavía siento tu amor que no existe en venas

que ya no tienen sangre

mas melaza.

Sabor que sigue siendo amargo momento de lucidez

que está por irse

porque doy lástima, adelgazo y lastimo con muerte lenta

que siempre quise y ahora es realidad.

Sin título y sin ritmo empiezo a trabajar de nuevo

y retomo la idea de lo frío del metal

y lo ambiguo de una mente ociosa

para complacerme con letras

haciendo que emerja una historia desde mí

porque no encuentro sentido en mi pulso sedente

que persigue lograr que todos los días sean domingo.

¡Oh madre!

¿Por qué me habrás abortado al mundo? 

¿Qué hiciste tú de mí?

 Falo gigante románico pantócrator. 

 Ego sum lux mundi.

*** 







Del libro 

T I M A D O R 

una carta inusual en cuarentena con destinatario movible

(Fragmento)